jueves, 2 de febrero de 2012

EJECUTADO EN SAN VICENTE, NAYARIT, RESULTO SER UN ASESINO DE PUERTO VALLARTA


POR GERARDO SANDOVAL ORTIZ:

A finales de la década de los 90 asesinó a “El Pivo” en La Jacarandas, justo en la subida ya nos metros de una agencia del Ministerio Público. Huyó de la justicia y se refugió en Mismaloya. Años después, en mayo de 2009 cometió otro asesinato. Huyó gritando carcajadas. Entonces se le perdió la pista, pero todos sus amigos sabían que se escondía en Bahía de Banderas.

La madrugada del lunes se cometió un doble homicidio en San Vicente. La sociedad del vecino municipio se mostró indignada. Uno de los balaceados era un conocido abogado, Pedro Ramos Camacho, apodado “El borolas”, ya entrado en años. Del otro ejecutado, el reporte oficial indicó que se trataba de Jaime “El jimmy” Núñez Chávez, de 38 años de edad, vecino del fraccionamiento San Vicente del Mar y originario de Tlajomulco de Zúñiga. Registró en su humanidad disparos de bala en la espalda y nunca. Lo mataron por la espalda. Quedó tendido en el piso. Su acompañante sentado en la silla de plástico. Los dos bebían frías cervezas cuando la muerte los sorprendió.

En apariencia, no existe ninguna relación entre uno y los otros hechos. No es así. En realidad, Jaime Núñez Chávez no es la verdadera identidad del victimado en San Vicente. Se trata de Enrique Sánchez González, mejor conocido por su apodo de “El Puchas”.

“El Puchas” ya está muerto. Antes, dejó una estela de muerte, de abusos y atropellos. En su barrio, La Jacarandas de la colonia Emiliano Zapata, a muchos aterrorizó en la primera mitad de los 90.

Contaban de él que había sido marino. Al menos siempre demostró saber de armas. Fue él quien asesinó a “el pivo”, otro del barrio por cuestiones sin importancia. Se jactaba de tener entre sus amigos a un célebre personaje, “la chiva Valdivia”. José Luis Valdivia Cárdenas apadrinó al hijo mayor del “puchas”. Eran compadres y con él se vinculó en sus años de huir de la justicia. En octubre del 2010, un pelotón de militares y marinos detuvieron a “La Chiva Valdivia”. El encarcelamiento del compadre lo obligó a extremar medidas de seguridad personal. Cambió de identidad y fueron más esporádicas sus visitas al barrio. A Mismaloya ya no iba. A su paso, ahí dejó demasiados enemigos.

Enrique Sánchez González fue de aquella camada de jóvenes que por varios años se asumieron como “dueños del terreno”. La Jacarandas era suya. Uno de sus hermanos, “El Tony”, cometió un asalto a mano armada, huyó a Estados Unidos, allá lo aprehendieron y fue extraditado. “El puchas” también dejó antecedentes por asaltos con lujo de violencia y fue detenido. Purgó una breve condena y salió libre. No le fincaron responsabilidad por homicidio y salió libre.

Otro del barrio motejado como “el bricio” asesinó a “el negro placas”. Vivía semi escondido y hace unos dos años fue balaceado en su casa por un vecino con el que había discutido por un perro.

La pandilla se extinguió, sobre todo después de cometido varios asesinatos. Cometieron demasiados atropellos y ya no podían estar tranquilos en La Jacarandas.

“El puchas” vivió varios años en Mismaloya. Estrechó sus lazos con “la chiva Valdivia”. Se tejieron diversas historias alrededor de su figura. Las más coinciden en dedicarse a trabajos especiales. No hay indicios de que se dedicase al sicariato pero sobran versiones que lo atan a un oficio que tiene que ver con el pistolero profesional al servicio del hampa. Eso sí, en Mismaloya se le respetaba, sobre todo quienes lo conocían. Conocía el cerro como pocos. Los vecinos regularmente lo evadían. Solía conducir vehículos nuevos.

A mediados de febrero del 2009, estaba de fiesta. Convivía en una cantina cuando se molestó por la insistencia de las miradas de una mesa. Para pronto vino la discusión y se liaron a golpes. “El Puchas” tomó un tizón de la fogata y le quemó la cara a uno de sus contrincantes. Eran los hermanos Juan Manuel y David Castillo Villa, hijos de don Jesús Castillo. En los siguientes días, cada vez que se cruzaban en cualquier lugar surgían las rencillas.

La noche del sábado 2 de mayo, David Castillo se divertía escuchando música y tomando en su Chevy Monza. Entró a la cantina “El mono”, un negocio situado en la falda del cerro, camino a La Boca. Ahí se encontró con el enemigo, “El Puchas”.

Volvieron a discutir pero la riña no pasó a mayores. Una versión de un testigo nos aseguró en su momento que David Castillo lo amenazó. Cada uno se retiró por distintos rumbos. David Castillo enfiló a casa de sus padres, subió el volumen de su estéreo y se propuso acabar con la botella de tequila. En un momento determinado, hasta ahí llegó otro vehículo y desde el interior le dispararon. Fueron varios tiros, al menos seis, calibre 9 milímetros. Su padre y su hermano salieron y alcanzaron a distinguir al autor de los disparos. Era “El Puchas” que al verlos, todavía accionó su pistola aunque para fortuna de la familia sin buen tino. El barrio de la telesecundaria se ensangrentó. A paso de rueda y soltando carcajadas de burla, se alejó del sitio. En los condominios del hotel La Jolla de Mismaloya, ahora Barceló, se bajó del auto Focus y se perdió.

Algunos lugareños nos afirman que “El Puchas” ya estaba de regreso en Mismaloya y se dejaba ver con ya cierta frecuencia. Se preguntaban qué hacía la autoridad judicial. Aparentemente ya no era buscado por sus crímenes. El compadre permanece encarcelado pero él vivía despreocupado. Ya se sabía que vivía en Bahía de Banderas.

Nadie sabía que andaba haciendo en San Vicente por esos rumbos.

El lunes corrió la noticia en La Jacarandas y en Mismaloya. Mataron al “puchas”, fue la plática. Les causó cierto asombro que los periódicos no consignaran que el tal “jimmy” era “el puchas”. Su muerte no. Había sumado tantos enemigos, cometió tantos atropellos, abusó de muchos, agravió a tantos, insultó y agredió a quien quiso, cometió cobardes asesinatos, que esperaban saber algún día de su muerte.

Enrique Sánchez González asesinó a David Castillo Villa por la espalda. Le disparó con una pistola 9 milímetros. Su victimario lo sorprendió la madrugada del lunes, sentado en una silla de plástico afuera de un mini súper. Lo mataron con una 9 milímetros. Por la espalda. Por versiones de supuestos testigos involucraron a un armero de la policía Municipal de Puerto Vallarta. Dijeron que el armero Jesús Pastor
Balcázar Medrano y “el puchas” habían tenido algunas discusiones vecinales. Pero no se advierten indicios sólidos que comprometan al armero. La probabilidad apunta a un pistolero que hizo un trabajo profesional, por encargo y por agravios pasados. Un trabajo especial de los que dicen que él realizaba.

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