viernes, 21 de enero de 2011

TRAS EL GRANADAZO, REGRESAN LAS PINKCHELADAS ENTRE NARCOS Y FEDERALES


Por Jorge Olmos Contreras

Como si nada hubiera pasado, el dueño del bar “Pinkcheladas” de nombre Juan Carlos, está a punto de abrir una nueva modalidad de antro a unos cuantos metros de donde el año pasado explotó una granada de fragmentación que provocó la muerte de una persona y la amputación de extremidades inferiores a otros dos, además de lesionar a otros clientes como la niña mujer que perdió un ojo al incrustársele una esquirla en el lagrimal.

De acuerdo con la información que proporcionó el Oficial Mayor de Padrón y Licencias, Héctor Ortiz, se trata de un permiso que pertenecía a Romy, el dueño del restaurante bar “Los Jardines” y quien se habría asociado con Juan Carlos para establecer en los terrenos aledaños al negocio de muebles rústicos, un nuevo antro que presuntamente llevará el nombre de “Pekado”.

La noticia no tendría nada de extraordinaria de no ser porque Juan Carlos fue el joven empresario vallartense que permitió toda clase de excesos al interior de las Pinkcheladas, desde la presencia de presuntos narcotraficantes hasta el acceso de drogas y armas sin que hiciera nada para impedirlo.

Por el contrario, este muchacho fue cómplice de lo que ocurría dentro de las Pinkcheladas y se hizo muy amigo de personas ligadas a la delincuencia organizada, por lo que en el pecado llevó la penitencia cuando ocurrió el fatal desenlace cuando a “alguien” se le cayó una granada y el artefacto explotó con sus indeseables consecuencias, aunque otros testigos afirman que alguien lanzó la piña desde atrás de las sillas, por el camino de acceso al bar.

QUÉ BONITA CLIENTELA

Las Pinkcheladas fue un antro que creció a la sombra de la impunidad y la corrupción que desde el Ayuntamiento de Javier Bravo se le dispensaba a Juan Carlos, todo a cambio de que permitiera la entrada a los muchachitos del entonces alcalde comandados por José Guadalupe Rodríguez Solís, mejor conocido como Pepe Muelas.

Fue así como de la noche a la mañana el bar se hizo famoso entre los chavos de Puerto Vallarta, toda vez que el dueño supo combinar el ambiente con música grabada; y tocada de banda norteña los fines de semana. Los viernes y sábados aquello era un hervidero de jóvenes, no cabía un alma y los embotellamientos de automóviles era cosa de todos los días.

Sin embargo, los problemas para el propietario comenzaron cuando la clientela cambió y poco a poco se fueron apareciendo en el lugar todo tipo de personas que fueron quienes prendieron la mecha para que muchos días después, estallara la granada de fragmentación que le achacaron a un sujeto que estaba entre los clientes consuetudinarios ese día.

Entre la cartera de clientes de Juan Carlos, figuraban narcos pesados, tiradores menores de drogas, agentes y comandantes de la desaparecida Agencia Federal de Investigaciones (AFI), policías estatales de investigación e incluso un asiduo Agente del Ministerio Público Federal, siempre acompañado de uno de sus subordinados o con guardaespaldas, hombres y mujeres que iban armados para cualquier “eventualidad”.

SIMBIOSIS ENFERMIZA

Lo más curioso –y así lo corroboró el propio Juan Carlos—es que era muy común que en una misma mesa compartieran las cervezas corona y las botellas de Buchanan’s, policías, agentes federales y ex ministerios públicos del fuero federal y presuntos delincuentes, algunos relacionados con el desaparecido Ignacio Coronel Villarreal y hasta un operador de Gabino Alcaraz Carranza y quien conoce todos los secretos del clan de narcotraficantes conocidos como “Los Alcaraz” de Ixtapa.

Por cierto, esas mismas personas que quemaron el bar “Las Pinkcheladas” con su sola presencia, fueron vistos la semana pasada en varios bares de Puerto Vallarta, entre otros en el Tío Juan y la cantina “La Mesa del Coco”, cayéndose de borrachos, pero eso sí, conviviendo muy campantes, con esa simbiosis enfermiza que ha caracterizado a narcos y federales y que es una de las causas de la violencia que azota al país.

Como que esos agentes del ministerio público federal extrañan profundamente Puerto Vallarta, y aunque fueron cambiados a otra plaza tras la muerte de Ignacio Coronel Villarreal, de vez en cuando se descuelgan hacía esta ciudad portuaria para revivir aquéllos momentos en que eran los amos y dueños del lugar. La nostalgia los hace volver para recordar los felices momentos que vivieron al lado de personas a quienes deberían combatir, pero con quienes entraron en verdaderos conflictos de interés y con quienes amarraron fuertes lazos de amistad insuperables e irrompibles.

También era muy común ver en Las Pinkcheladas a bandos contrarios tomando y comiendo opíparamente, como a Fernando Gurrola Coronado, aquél joven que fue acribillado por los Zetas en un departamento del complejo turístico “Bay Green” del campo de gol El Tigre de Nuevo Vallarta, cuando el comando “levantó” a uno de los hijos de Nacho Coronel.

ENCUENTROS DE MADRUGADA

Una madrugada, Fernando Gurrola llegó acompañado de varios jóvenes, iban armados, venían de El Mandala y se toparon con otro grupo de pistoleros, se miraron, se pelaron los dientes, tomaron los fierros, como queriendo pelear, pero la cosa no pasó a mayores. Al final los dos grupos compitieron pidiendo canciones de banda, se hicieron amigos, dijeron quiénes eran sus patrones y se pusieron de acuerdo para no ejercer ningún tipo de violencia que perjudicara a los amigos de los amigos.

Hoy, con el regreso de las Pinkcheladas disfrazadas del bar “Pekado” –con todo y sus cuernos de diablito--, Juan Carlos y su hermana Crisma, una bella mujer que adornaba las noches de las Pinkcheladas, han dicho que esta vez será diferente, que no quieren saber nada de personas que tengan que ver con la delincuencia organizada o desorganizada, que el antro tendrá otro nivel, que habrá vigilancia y orden para estacionarse y tendrán derecho de adminisión.

Nosotros hasta no ver no creer, por lo pronto la inauguración está programada para el próximo viernes 28 de enero y entre los antreros de la ciudad ya se corre la invitación para atiborrar el bar y darle rienda suelta a los excesos.

Muy pocos van a recordar el granadazo y no se van a dejar intimidar por los recuerdos, pues si hay algo en la colectividad es que no tiene memoria y seguramente los mismos que estuvieron el día de la explosión –con a salvedad de los que están en la cárcel y los que pasaron a mejor vida—ahí van a estar, en primera fila.

Hay que recordar que el hombre es el único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra, así que mientras nuestras blandengues y permisibles autoridades lo permitan, el nuevo antro va a funcionar como un kínder primero, luego como una escuela secundaria, después como una preparatoria y una universidad y al final como un auténtico bule en donde todo va a estar permitido, desde el ingreso de narcos y sus amigos federales y ministerios públicos, hasta el cierre a altas hora de la madrugada.

Y sino, al tiempo...

Por lo menos hay la promesa del Oficial Mayor de Padrón y Licencias de que no va a permitir bandas de música norteña en vivo ni nada que haga una antología con el narcotráfico… ¿Será?

INFORMACION CLASIFICADA

EN LA LLAMADA ASOCIACION DE COMERCIANTES DE EL PITILLAL ESTA a punto de destaparse la cloaca por el mal manejo de las cuotas que administra su presidente vitalicio, Guillermo Villaseñor, quien se ha dedicado a pedir dinero a todos los comerciantes que se dejen con el cuento de que la Asociación tiene que pagar arreglos, fiestas y regalos a funcionarios y personajes importantes del sector empresarial.

Guillermo Villaseñor podría ir a la cárcel si se comprueba que ha engañado a los comerciantes –los que no forman parte de la Asociación Civil—para sacarles dinero con el pretexto de ayuda comunitaria.

Sabemos que ha pedido cuotas de 600 pesos a más de 120 comerciantes y que no rinde cuentas del uso que la da al dinero.

El día de las madres se echó a la bolsa algo así como 72 mil pesos y para navidad quiso imponer sus reglas a todo tipo de comercio.

INTRIGAS PALACIEGAS… Allá por el Palacio Municipal las intrigas, actos deshonestos e injusticias están a la orden del día en esta, la más terrible administración de Puerto Vallarta que se tenga memoria. Un ejemplo claro es lo que sucede al interior de las oficinas de Catastro, donde la verdadera jefa es Patricia Torres Abdalón, aunque el jefe sea otro.

Qué quién es Patricia Torres Abdalón, pues ni más ni menos que hija de Eugenio Torres Ramírez, aquél ex presidente municipal que sufrió el desprecio del pueblo de Puerto Vallarta en los años 1976 y 77 cuando se formó la Coalición Cívica Democrática “José López Portillo” con aquélla frase que todavía resuena en los recovecos del primer cuadro de la ciudad: “¡No lo queremos!”.

Pues bien, parece que a sus descendientes los persigue el mismo fantasma, ya que a Patricia Torres tampoco la quieren en las oficinas de Catastro Municipal, pues la señorita se cree actriz del canal de las estrellas y como es recomendada por Rafael González Pimienta –Eugenio le pidió el favor de que le diera chamba en el Ayuntamiento--, usurpa las funciones del subdirector, Pedro Salvador Delgado Jiménez, a quien mangonea bien y bonito.

Pero eso no es todo, Patricia Torres entró como jefa “A” y gana más que todos los demás jefes, sólo porque González Pimienta le dijo a su hijo Chavita que la tratara bien y le pagara mejor.

El que está que no se la acaba del ardor es el síndico Fernando Castro, pues él fue quien puso a Pedro Salvador en la subdirección de Catastro, como para que le pongan una muchachona que sólo por ser hija del “no lo queremos” hace las funciones propias de un subdirector.

No se vale.

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