Por Jorge Olmos Contreras
Mientras en la Cámara de Diputados
los debates son duros y las peleas en serio por parte de legisladores de la
oposición que tratan de evitar que la mayoría –formada por el PRI-PVEM y el
PAN—continúe imponiendo reformas lesivas para el pueblo mexicano, como la nueva
ley del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de Trabajadores del Estado
(ISSSTE), que de un plumazo elimina el Fondo Nacional de Pensiones y crea una
empresa paraestatal que operará como una Afore pública y que administrará las
cuentas individuales de los empleados, cuyos recursos incluso pueden ser
utilizados en inversiones y no se garantiza que en un futuro este dinero lo
usen en acciones bursátiles o de bolsa, en Puerto Vallarta el diputado federal,
Luis Munguía hace vida social, se comporta como si anduviera en campaña y
desatiende su labor legislativa.
Es penoso ver a un Luis Munguía
extraviado en su curul de la Cámara de Diputados, donde sólo se la pasa
maniobrando las aplicaciones de su teléfono celular de última generación para
matar el tiempo, un verdadero zángano. Pero por increíble que parezca, se ufana
en las redes sociales de que es uno de los legisladores con el mayor número de
asistencias. No sabe que para la clase política lo mismo da que vaya o no, que
haga acto de presencia o no, en el palacio de San Lázaro; toda vez que su
participación hasta el momento ha sido nula, totalmente desapercibida.
En los primeros días de diciembre, se
discutió en la Cámara de Diputados la reforma a la Ley del ISSSTE, las
discusiones estuvieron álgidas, los legisladores del MC y del PRD, sobre todo,
llamaron ladrones a sus pares del PRI, PAN y Partido Verde y en un momento
determinado tomaron la tribuna para tratar de evitar este atraco a las cuentas
de los pensionados, pero al final fueron “mayoriteados” por los representantes
de las bancadas más grandes.
EL
MOTIVADOR
Pues bien, mientras en la Cámara los
garrotazos estaban a la orden del día, el “niño naranja” (o la naranja podrida
del MC, como quieran llamarle) se entretenía en Puerto Vallarta en un evento
público masivo, a donde invitó al motivador priista, Ramón Chávez Lara para que
diera una charla de “coco wash” a gente humilde, de las colonias populares, en
un conocido salón de El Pitillal.
Ya nada más nos falta que Luis
Munguía se crea un Tony Figueroa o un Alex Dey y comience a hacer
presentaciones para motivar a unos cuantos ilusos.
No se entiende cómo Luis Munguía
abandona su trabajo para hacer campaña a destiempo (recuerden que quiere ser el
candidato del MC a la presidencia municipal en el 2018), proyectar su imagen
entre los seguidores del culto de Ramón Chávez y de paso tratar de vender un
proyecto político que está destinado al fracaso, debido a sus altas dosis de
populismo engañoso y porque, además, se está brincando a políticos como el
propio Arturo Dávalos Peña, quien es el que lleva mano por ser el actual
alcalde.
Es vergonzoso verlo sentado en la
Cámara de Diputados con su celular en mano, sin saber qué hacer, sin ninguna
iniciativa, sólo esperando que llegue el día de paga y que pasen los meses para
regresarse a Puerto Vallarta y presumir lo que nunca ha hecho ni hará, pues sus
limitaciones son enormes, no tiene tablas políticas, no se atrevería nunca a
subir a la tribuna a discutir la no viabilidad de alguna reforma, porque simple
y sencillamente no está preparado para ello; sus conocimientos también son
limitados, sus estudios apenas le alcanzan para levantar la mano, pero hasta
ahí.
EL
BONO DE LA FRUSTRACIÓN
Por eso, cuando los diputados
federales del MC, en especial Clemente Castañeda, quien es el coordinador de la
bancada, anunciaron que rechazarían el bono de fin de año que oscilaba en unos
350 mil pesos, Luis Munguía hizo de tripas corazón, se aguantó el coraje, pero
la frustración le llegó de inmediato, porque ese dinero lo pudo haber utilizado
para pagar deudas y comprar conciencias a través de las charlas motivadoras de
Ramón Chávez, pero el gozo se le fue al pozo.
Sin embargo, como que algún ladrón
despistado que tiene como asesor le recomendó que asumiera la postura de Clemente
Castañeda como suya; y para pronto se sumergió en las redes sociales para difundir
una carta firmada por el propio Luis Munguía, donde presumía que había
rechazado el mentado bono.
De inmediato surgió el tema de apenas
unos meses atrás, cuando en el pleno del Ayuntamiento de Puerto Vallarta le
otorgaron un finiquito (¡vea usted lo desvergonzados que son!) por concluir
felizmente su labor como regidor, por la cantidad de poco más de 100 mil pesos.
Todo gracias a que El Mochilas, su padre putativo en el terreno político, le
otorgó esa gracia para que se fuera con un dinerito en la bolsa y pudiera
sobrevivir mientras cobraba su primer sueldo como diputado federal.
La diferencia es que no era dinero de
la bolsa de Ramón Guerrero. No, fueron recursos constantes y sonantes de las
arcas municipales, dinero de los contribuyentes, pesos y centavos que son
propiedad del pueblo de Vallarta, pero que han sido utilizados para pagar
favores políticos en la impunidad total.
CUIDANDO
LAS FORMAS
Ayer, Luis Munguía festejó su
cumpleaños en algún lugar de Puerto Vallarta (creo que alguien le organizó un
desayuno en el hotel Meliá), ya no se fue de antro ni se puso ninguna
borrachera, como aquella de antología que protagonizó en una residencia de
Conchas Chinas al lado de Ramón Guerrero en el 2013; iba tan, pero tan ebrio el
“niño naranja”, que se quedó tirado por unos momentos en una banqueta del
centro de Vallarta, donde hasta –se dice—habría perdido la cartera. No, hoy cuidó
las formas, en verdad se la está creyendo, piensa que el pueblo vallartense se
va a volcar a las urnas para elegirlo sólo porque tiene cara bonita (bueno, eso
dice nuestra amiga Carolina Gómez) y porque es miembro “distinguido” del
Movimiento Ciudadano.
Piensa que el pueblo no tiene
memoria, que se le olvida las agresiones físicas que presuntamente le propinaba
a la jovencita menor de edad (hoy ya mayor), Angélica Harris, hija cuasi
adoptada de la regidora con licencia, Elisa Ramírez, quien sabe a la perfección
la historia de este aparente estupro.
Uno quisiera tener diputados como
Clemente Castañeda, un Enrique Ibarra (que ya ha sido legislador) y otros, no
los mequetrefes que nos han tocado en Puerto Vallarta y en Bahía de Banderas,
donde, por cierto, hay otro joven que sólo va a calentar la curul y su máximo
logro es haber llevado a su esposa a tomarse la foto (una selfi o selfie) en la
Cámara de Diputados, pero del que hablaremos en otro apartado por ser todo un
caso.
Luis Munguía seguirá en campaña,
continuará abandonando su trabajo legislativo, acudirá a levantar la mano
cuando pasen lista de asistencia, pero seguirá siendo el muchacho inmaduro,
oportunista, ambicioso que siempre ha sido; el trepador político por excelencia
en el Movimiento Ciudadano.
Clemente Castañeda está muy ocupado
como para saber todo lo que hace Luis Munguía, por eso no le ha llamado la
atención, pero tener en San Lázaro a un diputado gris y mediocre, también
acarrea consecuencias y esas se verán tarde o temprano.
Nadie como Luis Munguía para echar a
perder los logros legislativos del MC.
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