El mundo de los vendedores de tiempos
compartidos, conocidos como OPC’S, está lleno de historias en las que campean
las drogas, las fiestas con excesos y los pleitos por amores. El caso que nos
ocupa es el de un hombre que decidió probar suerte como pequeño narcotraficante
y terminó muerto. Era Armando Gárate Segura, uno de los mejores empleados del
Hotel Velas Vallarta, quien fue ejecutado la noche del 22 de noviembre en la
colonia Versalles.
Armando Gárate era esa clase de personas
que a nada le temen, que piensan que pueden entrar en territorios peligrosos
sin que nadie se percate de su presencia; o de esos hombres ‘valientes’ que
deciden rifarse la vida todos los días para ganarse un dinero extra, así sea en
actividades ilícitas.
La competencia entre los OPC’S para ver
quién lleva más parejas a las salas de ventas es de las más duras en la
industria turística. Las empresas de tiempos compartidos someten a altas
presiones de trabajo a sus trabajadores, les exigen más de lo que pueden hacer;
les piden que tienen que llevar a sus establecimientos tantos turistas
–potenciales clientes—como sea posible, ya que, si a la vuelta de un par de
meses los resultados son bajos, los despiden sin chistar, a veces, sin
otorgarles el finiquito de ley que les corresponde.
Por eso, algunos OPC’S se ven orillados a
combinar su trabajo con alguna otra actividad que les rindan dividendos, pues
el dinero no les alcanza. Unos son oficinistas, otros meseros, unos más
comerciantes y otros sólo se dedican a pedir dinero prestado para salir el mes.
EL
DINERO FÁCIL
Sin embargo, hay otros que se van por el
dinero fácil y encuentran en la venta de drogas la mejor manera de salir de una
difícil situación económica. Esto fue lo que le habría pasado a Armando Gárate
Segura, de quien se comenta entre los OPC’S, que comenzó a recibir pequeños
paquetes de cocaína que “alguien” le enviaba desde Sinaloa, con cuya mercancía
comenzó a abrir un reducido mercado formado por un selecto grupo de clientes,
en su mayoría turistas extranjeros, pero también trabajadores que laboran en
los grandes hoteles de Marina Vallarta y, por supuesto, entre sus compañeros de
Velas Vallarta, lugar famoso porque todavía en la década del 2000 un director
de ventas de apellido Bernal hizo del consumo de mariguana una herramienta más
de trabajo para conseguir compradores del llamado “time share”.
Dicen que a
Armando Gárate le comenzó a ir bien, que sus ingresos comenzaron a subir y que,
de pronto, se vio envuelto de lleno en la venta de estupefacientes. Cada vez
eran más grandes los paquetes de polvo blanco que llegaban desde la tierra de
los grandes capos, es decir, de Sinaloa.
Y como todo en la
vida, el OPC de Velas Vallarta ya no era sólo un pequeño vendedor de coca, sino
que se hizo un fuerte distribuidor, lo que tarde o temprano lo llevó a la
muerte.
Armando Gárate
sabía que estaba jugando con fuego, que no debería vender droga de otras
plazas, sino que tendría que alinearse con la gente de Puerto Vallarta, comenta
un ex trabajador de conocido hotel. Pero él no entendía razones, le advirtieron
varias veces que dejara de vender en esta ciudad, pero hizo caso omiso.
LA SUERTE ESTABA ECHADA
La suerte estaba
echada: La noche del martes 22 de noviembre pasado, Armando Gárate caminaba a
paso veloz por la calle Aldanaca de la colonia Versalles. Eran las 21:00 horas
y el hombre de 35 años presentía que algo no estaba bien. Empezó a sudar, su
corazón comenzó a latir más fuerte, y entró en pánico, sobre todo cuando
escuchó el inconfundible ruido del escape de una motocicleta que se acercaba.
Aceleró el paso y cuando su cerebro le ordenó que corriera y escapara de ahí a
toda prisa, sólo pudo escuchar el terrible trueno de varias explosiones. Eran
las balas que habían sido detonadas desde una pistola .9 milímetros, a una
distancia tan corta, que hicieron blanco –cinco de ellas--en la humanidad de
Armando.
La luz se le apagó
en segundos, el hombre cayó de un seco golpe contra el cemento de una banqueta
y ahí se quedó inmóvil. Mientras se le iba el último aliento de vida, quizá todavía
tuvo tiempo para reflexionar; quizá en ese momento habría pensado que el
negocio en el que se había metido no valía la pena, que su vida era lo más
valioso… Pero fue demasiado tarde. En minutos, pasó a ser una estadística más
de las muertes violentas que suceden en todo México, donde ni Jalisco, ni
Puerto Vallarta son la excepción.
Al día siguiente,
una empleada de Velas Vallarta, recordaba, consternada, que en el últimos tres años
se habían muerto por lo menos 10 trabajadores del área de tiempos compartidos,
todos habían fallecido de muerte natural, pero la de Armando Gárate Segura fue
diferente, fue violenta, fue una clara ejecución… ¡Y todos sabían en lo que
andaba metido!
Al menos eso es lo
que se comenta, hasta ahora, en la planta laboral de este famoso hotel Velas
Vallarta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario