La
tarde del pasado miércoles 15 de mayo, un convoy de vehículos se le acercó a la
camioneta del Director de Seguridad Pública de Puerto Vallarta, coronel
Silvestre Chávez, cuando éste se traslada a las fiestas del poblado de Las
Palmas, por lo que los escoltas del militar desenfundaron sus armas de cargo y
cortaron cartucho ante cualquier eventualidad, pero gracias a la prudencia del
funcionario policiaco, las cosas no pasaron a mayores, aunque trascendió que se
trataba de presuntos narcotraficantes los que se le emparejaron a los policías.
El
coronel Chávez decidió regresar a Puerto Vallarta, no dio aviso a ninguna autoridad
superior sobre el incidente, ni siquiera a la Armada de México o a la 41 Zona
Militar por la presencia de presuntos grupos de la delincuencia organizada,
pero su jefe de escoltas, Jorge Aguilera, sin pedir autorización, ordenó a
varios elementos de las llamadas Fuerzas de Reacción Inmediata (FARI) que lo
acompañaran a Las Palmas y darse un “topón” con el grupo armado que habían
increpado a su jefe.
Jorge
Aguilera, sin medir consecuencias, puso en riesgo a los habitantes de Las
Palmas, pues trascendió que en el convoy donde viajaban los supuestos narcos,
iba gente armada hasta los dientes, con pecheras, armas largas, lanza granadas
y más y que esto pudo haber terminado en una verdadera masacre, donde los
policías hubieran llevado evidente desventaja.
Por
fortuna, alguien llamó a Jorge Aguilera para que se regresara inmediatamente a
la base y se abstuviera de buscar un enfrentamiento con los desconocidos. (Más detalles de la información en otra
entrega)
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