Por
Jorge Olmos Contreras
Hay empresarios que exigen, pero no pregonan
con el ejemplo. Piden, pero no están dispuestos a dar nada a cambio. Son como
esos católicos light que le piden a Dios que los socorra y les ayude a
enderezar sus vidas, pero no están dispuestos a hacer sacrificio alguno, por
menor que éste sea.
Es el caso del hotelero Gabriel Igartúa
Sánchez, actual presidente del Centro Empresarial de Puerto Vallarta –un
membrete que casi nunca es representado por alguna prominente figura de la
Iniciativa Privada--, que otra vez exigió al gobierno del estado que se deje de
populismos (ante las medidas anunciadas por el gobernador ante el gasolinazo),
mientras que a la administración municipal le pidió frenar programas de campaña
(sic).
Hueco de ideas, Igartúa retomó la postura de
la Coparmex nacional para pronunciarse por hacer un plan verdaderamente
consensado con los tres niveles de gobierno, dijo, para enfrentar la crisis
originada por el aumento en el precio de los combustibles.
Sin un discurso coherente, ni mucho menos
enérgico, Gabriel Igartúa desaprovechó el foro de la conferencia de Pedro
Ferriz de Cón ayer, para descalificar, sin bases ni argumentos de peso, la
estrategia anunciada por Jorge Aristóteles Sandoval. De paso se dijo indignado
por el programa de vivienda digna que lleva a cabo el Ayuntamiento local.
COMO
SEÑORITA INDECISA
Igartúa tenía el marco ideal para desahogarse,
conseguir datos duros, información fresca y oportuna; para vestirse como un
líder empresarial con agallas, informado, crítico pero propositivo. Sin
embargo, el hígado le volvió a ganar y salió con su batea de babas, al quejarse
sólo como esa señorita indecisa que dibuja Albert Camus en su libro “El
Extranjero”, que está a la orilla de la piscina, que mete la punta del pie, y
que duda en aventarse o no.
Así se vio ayer Gabriel Igartúa, como una
señorita quejumbrosa que dudó en meterse a la alberca y hablar de todos los
males –o al menos un resumen inteligente-- que han acompañado a los últimos
gobiernos, tanto estatales, municipales como federales.
Y hay una poderosa razón para que Gabriel
Igartúa no se suelte como un empresario capaz y decidido –de esos que no les
importa enfrentarse con los poderosos--, y ésta estriba en que el señor
hotelero tiene una larga cola que le pisen que, mejor prefiere soltar piñas y
garbanzos de a libra, antes que meterse en camisa de once varas.
En este mismo espacio lo advertimos, Gabriel
Igartúa no era la mejor opción para presidir la presidencia del Centro
Empresarial de la Coparmex en Puerto Vallarta, ya que como empresario no
resiste el menor análisis y siempre tenderá a ser reprobado como un buen patrón
y dueño de hotel.
EL
CIRCULO EMPRESARIAL DE GABRIEL
Gabriel Igartúa es de esos hoteleros que bien
pueden entrar en un círculo de “empresarios escoria”; de esos que exigen de
todo al gobierno, pero que no son el mejor ejemplo en sus establecimientos,
donde suelen tratar con la punta del pie a los trabajadores y mal tratan al
turismo nacional.
Gabriel se pondría rojo de vergüenza si
alguien, en público, le recriminara el miserable sueldo que le paga a sus
empleados. De las agresiones que son objetos meseros, cantineros, lava trastes,
camaristas etc.
En hoteles como Las Palmas –que es de su
propiedad—los dueños suelen “descansar” a sus empleados, sólo para no pagarles
la quincena completa. A veces los mandan a sus casas hasta por semanas.
En otras palabras, no hay un verdadero
compromiso empresarial con los trabajadores. No les importa la clase obrera.
Los “descansan” sin importarles cómo van a subsistir, qué le van a llevar a sus
familias, cómo van a pagar luz, agua y gas. Ellos (los empresarios) simplemente
se lavan las manos con el argumento de que la temporada turística se cayó.
COMO
VIEJOS HACENDADOS
Igartúa Sánchez forma parte de una generación
de hoteleros que confundieron las fuentes de trabajo con feudos y que se
comportaban (algunos todavía) como viejos hacendados que pueden pisotear los
derechos de trabajadores, proveedores y hasta de los huéspedes.
El hotel Las Palmas fue un establecimiento que
brilló en la década de los 80 y los 90, pero hoy es un hostal que no debería
tener las cuatro estrellas, sino tres, pues el servicio ha caído a niveles
nunca antes vistos. Los cuartos están muy descuidados y lo que es peor, la
comida que ofrecen en el bufete es mala, muy mala, como si se dieran migajas a
los turistas que nos hacen el favor de visitarnos.
Pero así es Gabriel Igartúa, y no va a
cambiar.
Noticia no es lo que diga –no tiene
credibilidad—noticia sería si anunciara cambios de fondo en su propia empresa,
empezando por tratar y pagar bien a los empleados, y después por hacer mejoras
en su hotel.
Como presidente del Centro Empresarial, ¿qué
está dispuesto a mejorar y o sacrificar para hacerle frente al gasolinazo, el
alza en las tarifas de gas y electricidad? ¿Y qué están dispuestos a hacer los
demás empresarios para ayudar a los trabajadores? Porque una cosa si es segura,
el gobierno ya los dejó a su suerte, igual que a los ciudadanos todos.
¿Cuál es el plan verdaderamente consensado de
Gabriel Igartúa y sus empresarios para enfrentar la crisis?
Aquí vamos a esperar su respuesta.
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