Por Jorge Olmos
Contreras
Es lamentable observar en Puerto Vallarta cómo en momentos de
crisis surgen falsos redentores, mesías y oportunistas que desde las llamadas “cúpulas”
empresariales señalen a otros con dedo flamígero y culpen de todo a los demás,
sin voltearse a ver la larga cola que traen arrastrando en el pasado reciente,
en cuyo escenario han contribuido –de alguna u otra manera—a la descomposición del
entorno social, ya sea porque estuvieron implicados en casos delicados o porque
algún familiar directo tenía relación con personajes del crimen organizado y o
actividades ilícitas.
La rueda de prensa convocada ayer en el restaurante “La Leche”
sirvió para que los “líderes” del sector privado de Puerto Vallarta se
desahogaran por los hechos ocurridos la madrugada del lunes 15 de agosto, para
decir que Vallarta está de pie (lo que se agradece), que no basta con los 12
millones de pesos que le van a inyectar a la promoción del destino para
amortiguar el golpe mediático internacional por el secuestro del hijo del Chapo
Guzmán, etc., etc.
Sin embargo, la conferencia de prensa de este grupito formado
por Gabriel Igartúa, Jorge Villanueva, Lupita Bayardi, Nacho Cadena y otros,
tenía otro objetivo fundamental, muy distinto al de emprender acciones
estratégicas para levantar la imagen de Puerto Vallarta. No, su fin era golpear
al presidente municipal, Arturo Dávalos, exhibirlo y calificarlo de irresponsable
e inconsciente, sólo por un rencor que traen contra el alcalde desde el inicio
de la presente administración.
Trataron de mandar un mensaje de unidad, pero terminaron
culpando al alcalde de todo –como si Arturo Dávalos fuera el titular de la
Seido o el gobernador del Estado--, señalando que el primer edil anda en
campaña y hasta les molestó (a Gabriel Igartúa en particular) que llevara
puesta una camisa color naranja.
DE CANGREJOS Y OTRAS
HIERBAS
Son los clásicos cangrejos mexicanos, que no permiten que
otro salga de la cubeta, porque ya lo están jalando otra vez al fondo.
Hace años leí un libro de Héctor Aguilar Camín y subrayé un
apartado que me parece queda como anillo al dedo a estos empresarios que suelen
responsabilizar a otros de sus propias omisiones y que nunca voltean a verse la
cola que traen arrastrando desde hace mucho tiempo.
Dice el relato: “Son como esas señoras que van al supermercado
y ponen en su carrito filetes, chuletas, costillas ¿cuántas podrían soportar el
olor a sangre fresca de los rastros donde se preparan esas carnes? ¿cuántas
podrían soportar la mirada melancólica de la vaca a punto de ser sacrificada y
presenciar sin desmayarse la escena del puntillazo sobre el animal? ¿y cuántas
podrían asistir al destazamiento, al corte de las chuletas etc.? ¿Cuántas de
ellas o cuántos de nosotros, ciudadanos carnívoros, seríamos capaces de empuñar
el cuchillo del carnicero y matar, destazar, limpiar las vacas necesarias para
que haya filete en el supermercado? Si viéramos al matarife ejecutando su labor,
la gran mayoría de los que usufructuamos su trabajo, encontraríamos su oficio
repugnante, inhumano, siniestro, como en efecto lo es. Pero sin ese repugnante oficio
de matar y destazar vacas, no habría los limpísimos trozos de carne para uso de
los limpísimos ciudadanos que aborrecen el proceso, pero aman el resultado”.
Son exactamente igual, odian el proceso de lo que sucede en
Puerto Vallarta en materia de delincuencia organizada, pero aman el resultado,
y lo que es peor, muchas veces se involucran directa o indirectamente en este
escenario.
LA FAMILIA DE IGARTÚA
Por ejemplo, Gabriel Igartúa Sánchez, tiene un hermano, Jou
Igartúa, que está casado con la hija de un conocido delincuente –asesinado a
principios de la década de los 90 aquí en Puerto Vallarta— que traficó grandes
cantidades de cocaína a los Estados Unidos y que incluso estuvo preso por el
delito de narcotráfico en la Unión Americana.
Gabriel nunca dijo nada porque el suegro de su hermano menor
estaba relacionado con el mundo del narcotráfico. Era cuando reinaba el Cártel
de Guadalajara, que después se hizo del Pacífico y que dependían directamente
del de Sinaloa.
Por cierto, Jou Igartúa encontraba en su suegro a su mejor
proveedor de marihuana.
Pero como es su hermano, Gabriel Igartúa prefiere culpar al
alcalde de todos los males de Puerto Vallarta y no mirar la viga en el ojo de
su familia.
LOS AÑOS MOZOS DEL DR.
VILLANUEVA
Luego está nuestro querido amigo Jorge Villanueva Hernández,
quien seguramente está muy preocupado por lo que pasa en Puerto Vallarta, sobre
todo porque él sabe perfectamente cómo operan los grupos, ya que aprendió muy
bien en la “escuela” de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), donde
logró convivir con todo tipo de escolapios y fósiles que después se hicieron
pistoleros del crimen organizado.
¿O qué? ¿Ya se le olvidó a Jorge que el grupo de fegistas con
los que se juntaba trabajaba directamente con Carlos García Morales, mejor
conocido en la década de los 70 como “El Pelacuas”?
En los años 70s –para que conozca usted un poco del
contexto-- El Pelacuas hizo lo que quiso para controlar la Federación de
Estudiantes de Guadalajara: Extorsión, secuestro, homicidio, vandalismo,
guerrilla urbana, todo está registrado en expedientes. Fue acusado de cinco homicidios,
pero se cree que cometió muchos más. Se dice que también secuestró a la vedette
Olga Breeskin.
Fue acribillado de 13 balazos en abril del 2012, cuando
regresaba del Reclusorio Sur en donde acudió a litigar. Conducía un automóvil
Century Limited negro, último modelo. Iba acompañado por cuatro personas: su
secretaria, un guardaespaldas, un socio abogado y su veterinario, ya que tenía
como mascota a un jaguar negro.
Pues bien, este tipo de amistades es la que tenía Jorge
Villanueva. En esa época, el ahora respetado doctor Villanueva, en una parranda
que traía con un grupo de estudiantes de la FEG, cerca de la Minerva, le mordió
un pecho a una jovencita, casi le arrancó un pedazo de carne, en un caso que
fue registrado por diarios de Guadalajara y que conmovió a parte de la sociedad
tapatía.
Cosas del destino, muchos años después, a Jorge le detectaron
cáncer en una parte íntima del cuerpo. Como para que no se nos olvide que todo
se paga en esta vida.
Sin embargo, hoy se erige en otro mesías de Puerto Vallarta,
con la suficiente calidad moral según él, para ir en grupo a denostar al
prójimo.
LA EX SEÑORA DE BEJOS
En esta cofradía de empresarios “illuminatis”, también
resalta Guadalupe Bayardi, la ex señora de Bejos, la eterna “restaurantera”
(aunque hoy no tenga ningún negocio) que fue la mayor mujer alcahueta de lo que
sucedía intramuros de los restaurantes “Mogambo”, “Il Mangiare” y el antro “Kalhúa”
en la década de los 90s, donde su entonces marido metió cientos de gramos de
polvo blanco para su placer y el placer de los invitados.
Todos sabían que Pepe Bejos tenía esos gustos que sólo tienen
los narcos de alto poder. Y que para satisfacer su apetito era uno de los
mejores compradores de Los Hermanos Alcaraz, al grado de que una carpeta de información
confidencial de la PGR, salió a relucir su amigo Bernardo Aceves como el que
contactaba a personajes del clan de Ixtapa para la compra venta de sustancias
adictivas.
Lupita Bayardi formó parte importante de las fiestas de su
marido y conoció perfectamente a todo tipo de personajes con los que hacían
vida social --cualquier día se los podemos recordar--, pero ahora se sienta cómodamente
en una silla de “La Leche” para poner cara seria y preocupada por lo que pasa
en Puerto Vallarta.
EL CUÑADO DE NACHO
Y qué decir de Nacho Cadena Berau –el dueño de La Leche--,
quien disfrutó las mieles del poder que representaba ser cuñado del famoso banquero
Arcadio Valenzuela Valenzuela, aquél dueño del desaparecido Banpaís, que fue
señalado de lavar cientos de miles de dólares para el Cártel de Guadalajara en
la década de los 80s.
Nacho, también era amigo de los Cordero Satuffer, aquellos
empresarios que se vieron envueltos en el caso Caro Quintero y que poseían el
hotel Fiesta Americana y una agencia automotriz Ford Américas en Guadalajara.
¿TÚ TAMBIÉN FER?
Otro que se ha visto involucrado en casos donde sale a
relucir la delincuencia organizada, es el empresario Fernando González Corona,
quien no ha hecho mucha bola con Villanueva, Igartúa y Bayardi, pero que
pertenece al sector.
Fernando González Corona nunca supo explicar cómo es que los
pistoleros de los Arellano Félix se hospedaron en su hotel Villas del Mar –antes
de aquél famoso atentado en contra de Los Arellano Félix en la disco Christine,
perpetuado, por cierto, por Héctor “El Güero” Palma y Joaquín “El Chapo” Guzmán—
con todo y armas largas, cortas y autos de lujo.
Hay más casos y relatos de cómo los empresarios de Vallarta
(ya no se diga los de Guadalajara) han convivido con personajes de la
delincuencia organizada; cómo cohabitan con ellos, cómo han permitido que sus
propios hijos vayan a los mismos colegios y hagan amistades con aquéllos, etc.,
etc.
¡Ah! Pero hoy, estos empresarios no voltean a verse la cola,
sólo opinan, señalan, culpan y hasta se quejan de que ¡ay! El alcalde anda en
campaña, sin fundamentar sus dichos, con lo que sólo provocan más división y
hacen que Puerto Vallarta se vea como una ciudad donde no hay unión entre los
sectores, lo que nos hace más vulnerables a hechos como los del lunes pasado.
Si nos regresamos al relato del escritor Héctor Aguilar
Camín, en efecto, estos empresarios aborrecen el proceso, pero aman el
resultado.
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