Por Jorge
Olmos Contreras
Si usted piensa inscribir a su hijo en el colegio
Tepeyac para el próximo ciclo escolar, piénselo dos veces, toda vez que esta
empresa educativa no ha hecho prácticamente nada para exigir a las autoridades
que terminen con la contaminación que provocan –de día y de noche—las
ladrilleras que operan a unos cuantos metros del plantel y que representan un
grave foco de salud pública para cientos de alumnos que estudian en esa escuela
privada.
La Dirección del Colegio Tepeyac, a cargo de Claudia
Medellín, a quien todo parece indicar no le interesan los niños, sino hacer
negocio, ha emitido escuetos boletines entre los padres de familia, en donde
miente descaradamente acerca de los incendios que se generan alrededor del
colegio, ocasionados por la quema de basura, de leña para cocina, y por el
encendido de hornos en donde se cuecen ladrillos, tejas y otros materiales para
la construcción, pero principalmente tabiques.
La situación ya es desesperante para muchos padres de
familia, que sólo ven cómo sus hijos están expuestos a todo tipo de
contaminantes que producen las ladrilleras y cuyo humo tóxico les llega
directamente a los salones de clases y, sobre todo, en el momento en que los
escolares salen a recreo o a realizar actividades físicas.
LA COMUNIDAD
DEL FUEGO
Nos dimos a la tarea de recorrer la “comunidad del
fuego”, un espacio prácticamente escondido entre la maleza que rodea el colegio
Tepeyac por la Avenida Manuel Lepe, el Centro de Convenciones por Paseo de Las
Flores; la planta de tratamiento y Cárcamo del Seapal por la Avenida México y
una franja que comprende una parte del llamado 1º Callejón a Las Mojoneras. Aquí
vive una pequeña sociedad, que va desde “paracaidistas”, pequeños propietarios,
ejidatarios que pelean derechos al ejido Las Juntas, vagos, hombres que usan
parte del suelo como taller mecánico y ladrilleros, éstos últimos son el grupo
más representativo, y tienen quemando hornos muchos años, una actividad que
también se practicaba en Mojoneras y que ha venido a menos.
Sin embargo, la construcción del Colegio Tepeyac fue
autorizado por el ex presidente municipal, Salvador González Reséndiz, quien
nunca reparó en el daño que ocasionaría a alumnos y personal docente el
constante humo de las ladrilleras, a cuyos dueños se ha tratado de reubicarlos
por varias administraciones, sin éxito.
Quizá ha faltado voluntad política por parte de los
gobernantes, pero la pasividad con que se han comportado los directivos del
Colegio, raya en lo irresponsable, ya que los estudiantes, en su mayoría niños
y niñas, adolescentes y jóvenes en formación, están expuestos a contaminantes
muy dañinos para su salud.
TAPAR EL SOL CON
UN DEDO
No obstante, la Directora del Colegio prefiere ocultar
la realidad a los padres de familia, que por sí solos han investigado y acudido
al sitio desde donde emana el humo tóxico de las ladrilleras, y se han
percatado que los dueños de estos negocios artesanales queman todo tipo de
madera, basura y lo que encuentran, con tal de poner a funcionar sus hornos y
poder vender su producto.
Supuestamente había un acuerdo para que los hornos se
prendieran sólo de noche, pero quizá fue sólo de palabra, pues las quemazones
comienzan desde muy temprano, y todo el humo va a parar al colegio Tepeyac y
colonias vecinas.
Lo peor es que en esta “comunidad del fuego”, todos, o
casi todos usan leña y basura para cualquier actividad. Algunos cocinan en
fogones al aire libre y otros simplemente queman la basura por el gusto de
quemarla, o para que no se acerque el camión del Ayuntamiento a recoger los
desechos.
LOS PUNTOS
CRÍTICOS
Los focos que se han detectado son quema de basura
todos los días en la zona, hornos de ladrilleras prendidos a diario por las
mañanas; fogatas para cocinar, ahuyentar mosquitos y en época de frío, lumbre
para calentarse hasta por seis horas. Todo esto, en horario escolar
La zona de las ladrilleras es tierra de nadie, ahí nunca
se ve una patrulla, ni tampoco algún inspector de ecología o de reglamentos del
Ayuntamiento. Cualquier día podrían atacar a algún alumno dentro del perímetro,
y nadie se daría cuenta.
Algunas empresas oportunistas, han colocado antenas
emisoras y receptoras de señales de telefonía celular, sin importar las
microondas y las frecuencias radiales que emiten y con las que bombardean a la
comunidad, ni lo cerca que están del Colegio Tepeyac y del Centro de
Convenciones; nadie regula nada, nadie interviene, es la ley de la selva.
CUOTAS Y
SEGUROS PARCIALES
El Colegio Tepeyac ofrece servicios de pre-maternal,
maternal, Kínder y Preprimaria, Primaria, Secundaria y Preparatoria. Las cuotas
de inscripción van de los tres mil 267, a tres mil 629, seis mil 291, nueve mil
435, nueve mil 496 y nueve mil 557, respectivamente. Además, les exige a los
padres de familia una cuota extra de “servicios especiales” por cuatro mil 385
pesos y una “cuota de orfandad y seguro de accidentes personales” (cuya póliza
nunca exhiben) por mil 900 pesos.
No hay una cláusula que indique que el colegio se hace
responsable si los niños se enferman por causa del humo de las ladrilleras.
Eso es tan sólo en la inscripción, pero si usted
quiere entrar a este mundo contaminado de humo, tiene que pagar colegiaturas
que van de los cuatro mil 111 pesos, a los cuatro mil 568, siete mil 194, ocho
mil 144, ocho mil 771 y hasta la más alta, que es la de preparatoria, de nueve
mil 396 pesos mensuales, para el ciclo escolar 2017-2018.
Y vaya que los del Colegio Tepeyac son exigentes, pese
a este grave problema de contaminación, toda vez que piden que los pagos se
hagan durante los primeros 10 días naturales de cada mes, pues la omisión
conlleva una penalidad de 300 pesos por recargos por mes y el tope máximo de
recargos es de 600 pesos mensuales, es decir que, si usted se atrasa más días,
es probable que le pongan a su niño de patitas en la calle.
LOS
CONTAMINANTES
En una investigación por separado, nos dimos cuenta
que las ladrilleras generan contaminantes altamente peligrosos para los
humanos.
Por ejemplo, en la página www.educame.com, se indica que las llamadas
IRAS (Infecciones Respiratorias Agudas), están provocando la muerte de miles de
niños en diferentes puntos del planeta.
En América Latina: 4 millones de niños mueren al año
por IRAS, relacionadas con la contaminación atmosférica. Tanto en lugares
cerrados (cocinar a leña), como en lugares externos (industria), y en los
primeros se señala los datos de salud, de los habitantes de las zonas de
producción de ladrillos.
Un estudio de Calderón A. Christian H. 2004., “Historia
del ladrillo”, de la Universidad Nacional de Colombia, indica que la
fabricación de ladrillos del corregimiento de Criollo, es decir, cocidos de
forma artesanal, se ha convertido en un problema ecológico.
Éste es el caso de las ladrilleras, debido al tipo de
combustibles que se utilizan para la cocción de esos productos: leña, llantas,
madera, plásticos o textiles, entre otros, que al ser quemados, emiten una gran
cantidad de gases a la atmósfera, como monóxido de carbono, óxidos de
nitrógeno, bióxido de azufre y partículas sólidas, señala el informe.
La gran mayoría de ladrilleras de Criollo son
microempresas que presentan un alto grado de informalidad y utilizan técnicas
artesanales para la fabricación de sus productos. Estas plantas de fabricación
están representadas básicamente por el horno y un espacio de terreno como patio
de labranza, además emplean hornos fijos de fuego directo, techo abierto y tiro
ascendente para la cocción también denominada quemado o simplemente quema de
ladrillos, especifica.
El uso de estos últimos materiales como combustible –subraya
el estudio-- genera emisiones de gases altamente tóxicos y cancerígenos como
óxidos de azufre (SOx), óxidos de nitrógeno (NOx), compuestos orgánicos
volátiles (COV), hidrocarburos aromáticos poli nucleares, dioxinas, furanos,
benceno, bifenilos poli clorados y metales pesados como As, Cd, Ni, Zn, Hg, Cr,
V, etc., estos elementos y compuestos provocan irritación a la piel, ojos y
membranas mucosas, trastornos en las vías respiratorias, en el sistema nervioso
central, depresión y eventualmente cáncer; características que los hacen
inaceptables para ser utilizados con este fin.
Así las cosas, es un hecho que los humos, vapores,
gases y cenizas volátiles, que resultan de la combustión de estas ladrilleras,
son arrastrados por el viento y dispersos hacia las zonas habitacionales, pero
principalmente, hacía las aulas del Colegio Tepeyac.
DIÁLOGO DE
SORDOS
Si ha habido diálogo con los dueños de las
ladrilleras, ha sido un diálogo de sordos. Nadie ha buscado una solución a este
problema, no hay una estrategia para reubicarlos, y de parte de los directivos
del Colegio, menos. Ellos sólo quieren dinero a manos llenas, a costa de la
salud de los estudiantes.
Los valores ético-morales de políticos y directivos
del Colegio no existen, los hacen a un lado cuando se trata de llenarse los
bolsillos de dinero.
Una cosa si es segura: Las ladrilleras ya estaban en
ese lugar antes de que se construyera el colegio.
No obstante, los niños no deben seguir expuestos. Se
debe de hacer algo, antes de que sea demasiado tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario