Por Jorge Olmos Contreras
Contra los que muchos puedan pensar,
Rodolfo González Macías no fue un buen presidente municipal de Puerto Vallarta,
ni si quiera se le acercó al calificativo de “pasable”. Por el contrario, fue
otro político golondrino –uno más, de esos que llegan cada cierta temporada--
que arribó a la ciudad en busca de poder y riqueza, impulsado por el entonces
gobernador priista, Guillermo Cosío Vidaurri, quien no tuvo empacho en hacerlo
Director del Seapal, primero, e imponerlo como candidato del PRI años más
tarde, pese a que fue rechazado por el Consejo Político de ese partido en 1991.
Todavía recordamos aquella álgida
reunión del Consejo Político del PRI en un pequeño salón del hotel Oro Verde
(Antes El Delfín y ahora San Marino) en donde se veía sumamente preocupado al
periodista Luis Alberto Alcaraz –quien a la postre sería su Director de Comunicación
Social— porque en el ambiente había un rechazo generalizado hacía González
Macías. Al final, el miedo se convirtió en pánico, ya que Rodolfo fue objetado
por dicho Consejo, quien no lo eligió como candidato para las elecciones de la
época.
De hecho, el Consejo Político se
inclinó por El Cheto Baumgarten, (ya desaparecido), pero éste, al ser compadre
del gobernador Guillermo Cosío, se hizo a un lado.
Los priistas estaban muy molestos, y
tanto Chema Ibarría (que también ya falleció) como Yerena dijeron que tomarían
las calles para protestar por el “dedazo”, cosa que no sucedió, de ahí Rodolfo
los bautizó como vallartitas putitos”, es decir, les faltaba al respeto, le
faltaba también al respeto a Puerto Vallarta, y se burlaba de ellos por no
atreverse a salir a la calle como lo habían advertido.
LA
MANO DE COSÍO
Rodolfo sabía que la decisión se
tomaría (como siempre) en Guadalajara, por lo que viajó rápidamente a la
capital jalisciense para quejarse amargamente de los “vallartitas” y en menos
de 48 horas regresó con la candidatura en la mano.
Todos sabíamos que el gobernador había
intervenido y lo impuso contra viento y marea, incluso en contra de la
recomendación del entonces secretario nacional de Desarrollo Social, Luis
Donaldo Colosio.
Y es que, en el inter de las
negociaciones, trascendió que hubo una reunión secreta entre Luis Donaldo
Colosio, el líder nacional de la CTM, Fidel Velázquez Sánchez y Rafael Yerena,
por un lado, y Cosío Vidaurri y González Macías en el otro lado de la mesa.
La CTM nacional ya había consensado
con Luis Donaldo Colosio para que el candidato fuera Rafael Yerena y no Rodolfo
González Macías.
EL
CAPRICHO DEL GOBERNADOR
Colosio llevaba la encomienda de no
permitir el “dedazo” del gobernador, de que se respetara la decisión del
Consejo Político local, pero don Guillermo Cosío se puso intransigente y de un
manotazo dijo que, si González Macías no era el candidato, el gobierno del
Estado no le metería ni un cinco a Puerto Vallarta. Dicen los enterados, que
Colosio se paró y amablemente le comentó a Cosío: “No es para tanto señor
gobernador, está bien, va su candidato”.
En otras palabras, Colosio fue más
político y no quiso generar un conflicto que se habría prolongado tres años, en
caso de que Rafael Yerena hubiera sido el candidato del PRI. Don Fidel Velázquez
y el mismo Colosio, salieron de la reunión con caras largas, ya no se diga
Yerena, quien apechugó el “dedazo” del gobernador y se regresó a Vallarta para
preparar su ingreso a la planilla de Rodolfo.
González Macías fue muy listo,
primero tomó la Dirección del Seapal y desde ahí construyó el trampolín ideal
para lanzarse a la silla presidencial. Sin embargo, su paso por el organismo de
agua se caracterizó por el dispendio y derroche de los recursos públicos y los
negocios que se hicieron por conducto de los llamados “Bishops”, calificativo
atribuido a Alfredo Bishop Montoya, quien después fue su Director de Seguridad
Pública en el Ayuntamiento.
Uno de esos Bishops en especial, fue Sergio Silva Pantoja, el factotum de
Rodolfo, el que disfrutaba de las mieles del poder con todo tipo de excesos,
hasta se daba el lujo de hacer bacanales en una lujosa residencia de Conchas
Chinas, en donde invitaban a secretarias y ejecutivas del Seapal, con no muy
buenas intenciones.
LA
DESGRACIA POLÍTICA
Una vez instalados en el Ayuntamiento,
comenzaron a hacer todo tipo de negocios, desde la compra de autos nuevos para
regidores –incluidos los de oposición, que eran puros del PAN—hasta la
asignación de jugosos contratos de obra pública.
Y como todo alcalde, no podía dejar
de caer en la tentación de endeudar al municipio, toda vez que se pidió una
gran cantidad de dinero vía créditos para realizar obras que dejaran huella a
costa de grandes pasivos, como el llamado “par vial” de la calle 31 de octubre
que baja hasta el libramiento carretero y que hoy luce algo deteriorado; así
como el empedrado ahogado en cemento de varias calles del centro y de colonias
como El Caloso y El Remance.
Rodolfo no disfrutó del todo su
mandato como alcalde, ya que en esas fechas sucedieron las explosiones del
drenaje en Guadalajara y su padrino mayor, el gobernador Cosío Vidaurri, cayó
en desgracia política y fue destituido por órdenes del entonces presidente (de
no muy gratos recuerdos) Carlos Salinas de Gortari.
Cosas de la política, dicen que
Salinas le pidió a Luis Donaldo Colosio que le llamara a Cosío para darle la
noticia de que tenía que renunciar como jefe del ejecutivo estatal. Y Así fue, Colosio
debió haber disfrutado el momento.
EL
DIPUTADO FEDERAL
Mientras, en Vallarta el gobernador interino,
Carlos Rivera Aceves, nombraría en todos los eventos como su representante al
arquitecto Eduardo Lares, acérrimo enemigo político de Rodolfo González Macías,
y desdeñaría casi siempre al alcalde.
Pero gracias a las relaciones de su
padre, don Rodolfo González Guevara, Rodolfo dejó la presidencia municipal
antes de tiempo para convertirse en candidato a diputado federal por el PRI y
después ocupar una curul en San Lázaro; le ganó en ese entonces al empresario
Fernando González Corona, quien ya incursionaba en política.
En la siguiente elección, la de 1995,
el PRI tuvo el desatino de nombrar como candidato a Sergio Arat Sánchez
Cervantes, un hombre gris, con poca proyección, y si a esto le sumamos el
hartazgo de la gente por la desastrosa administración de Rodolfo (que fue
concluida por Rafael Yerena como alcalde interino), el voto se volcó a favor
del nuevo candidato del PAN, Fernando González Corona.
EL
RIDICULO EN EL PRD
Rodolfo después regresaría a Vallarta
–siempre regresan, pero no lo que se llevaron—para tratar de organizar a un
grupo de mujeres en donde destacaba la ex directora de turismo municipal,
Yolanda Franco Gómez, para volver a ser candidato a la alcaldía, pero esta vez por
el PRD y el resultado fue más que desastroso, ya que obtuvo una votación tan ridícula,
que no le alcanzó ni para ser regidor.
Después se ausentó de Vallarta, se
fue a ocupar varios puestos en el Distrito Federal y finalmente la muerte lo sorprendió
ayer domingo 17 de octubre en la Ciudad de México, según un reporte de nuestro amigo
periodista, Antonio Retes, difundido en las redes sociales.
Descanse en paz Rodolfo González
Macías.
Muchas veces la muerte limpia las
malas acciones de algunos individuos, pero la historia sí tiene memoria y de
ésta nadie se escapa
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